1714: Diario del aᅵo de la peste

La declinaciᅵn de la peste

ᅵEn ese mismo momento, cuando en verdad podᅵamos decir: "Vano es el socorro del hombre", quiso Dios, para nuestra grande y dulcᅵsima sorpresa, abatir la furia del mal, y al declinar la malignidad de ᅵste, y aunque aᅵn habᅵa un nᅵmero infinito de enfermos, cada vez fueron muriendo menos, y el inmediato registro semanal indicᅵ una disminuciᅵn de 1843 muertos. Una sensible caᅵda, en verdad. Es imposible expresar el cambio que se manifestᅵ en el aspecto mismo de la gente aquel jueves por la maᅵana, cuando apareciᅵ el boletᅵn semanal. Habrᅵa podido advertirse en su actitud que una secreta sorpresa y una sonrisa de jᅵbilo reinaban en el rostro de cada cual. Quienes un dᅵa antes apenas habrᅵan querido andar por una misma acera se apretaban la mano en plena calle. En donde las calles no eran demasiado anchas las ventanas se abrᅵan de par en par y la gente se llamaba de una casa a otra, preguntᅵndose cᅵmo estaban y si se habᅵan enterado de la declinaciᅵn de la peste.

Algunos se informaban cuando uno les hablaba de buenas noticias. "ᅵQuᅵ noticias?" Y cuando uno les respondᅵa que la peste se calmaba y que los periᅵdicos seᅵalaban una disminuciᅵn de por lo menos dos mil muertos, exclamaban: "ᅵDios sea loado!" y lloraban a lᅵgrima viva de alegrᅵa, diciendo que no habᅵan sabido nada. Tal fue la dicha del pueblo, que la vida parecᅵa salir de la tumba. En el exceso de su jᅵbilo la gente hizo tantas cosas extravagantes como las que habᅵa hecho en la angustia de su dolor. Pero asᅵ, narrado, aquello se empequeᅵece, pierde su valor.ᅵ

Daniel Defoe, Diario del aᅵo de la peste.

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1984

(Con la colaboraciᅵn de Laura Fᅵbregas)


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